viernes, 12 de agosto de 2016

Desarrollo histórico en la Edad Antigua

No se puede hablar de un Estado propiamente celta, ya que cada zona tenía su líder, y siendo los celtas un pueblo guerrero como eran, siempre había rivalidades entre ellos.
Las tribus y pueblos celtas compartían características comunes, pero ninguna de éstas incluía la capacidad de unidad. De hecho, los celtas desconocieron el poder centralizado y no pudieron establecer un imperio estable, a la manera de griegos y romanos. Los celtas debían lidiar con la falta de unidad desde sus mismos orígenes, cuando eran un ramillete de pueblos. No resulta extraño que con esta característica, hayan sido conquistados por los romanos, quienes entre los siglos II a.C. y I se adueñaron de la Galia transalpina y la mayor parte de Britania.

Con el tiempo, perdieron sus dominios en Hispania, y a finales del Imperio Ro­mano apenas conservaban territorios en el noroeste de Francia, Irlanda y Gales.
El jefe de una tribu tenía que mostrarse digno de guiar a su pueblo y no había una dinastía fija.
Divididos en dos grupos, los primeros abarcaban Europa, desde el río Danubio, vivían de la agricultura y de la artesanía y eran el grupo más pacífico de los dos; el otro grupo, los celtas guerreros como los conocemos hoy, que venían de Los Balcanes y disponían de un buen ejército.
Eran estos celtas guerreros los que conocemos por haber saqueado Roma y Delfos, y por haber conquistado grandes partes de Europa.
Los celtas guerreros eran conocidos por su caballerosidad, su orgullo en la lucha y su ánimo, pero también por su sentido por la música, la poesía y la filosofía.
Llamados Keltoi por los griegos, de los cuales, parten casi todas las historias referentes al pueblo celta.
La tradición oral ha resistido el paso de los siglos, a pesar de que casi toda la cultura céltica fue extinguida por los romanos desde César y, más tarde, por los cristianos.
Los Celtas han captado siempre la fascinación de historiadores y arqueólogos. 
Desarrollaron las denominadas culturas de Hallstatt y La Tène.
La primera se manifestó en el primer período de la Edad del Hierro.
Tomó el nombre de una localidad de la Alta Austria.
Se originó a partir de la Edad del Bronce, en donde el hierro sustituyo al otro material en la fabricación de elementos como espadas, puntas de lanzas, hachas, agujas, recipientes, cuchillos y puñales.
La Tène es la cultura celta de la segunda Edad del Hierro estructurada en tres o cuatro períodos.
Se desarrolló entre la Hallstatt y la conquista romana (450 a 50 a.C.).
Una característica de esta cultura fue la ausencia de un verdadero estado celta a causa de la primacía de las estructuras tribales y familiares.
Esta división los hacía militarmente débiles ante invasores bien organizados, como por ejemplo los romanos, paradójicamente sucedía lo contrario con las costumbres y los valores, protegidos de influencias externas por los fuertes vínculos parentales, en donde el clan estaba por encima de toda organización estatal, y unificaba y cobijaba a sus miembros.
Los druidas, el estrato de mayor influencia y poder entre los celtas, sabían leer y escribir griego y latín (como los antiguos sacerdotes egipcios), sin embargo optaron dejar por vía oral, en hermosos versos, la crónica de la existencia de su pueblo.
Este fue uno de los principales motivos por el cual no se ha considerado la magnitud, en buena parte de los libros de historia, del importante legado celta que fundamenta notablemente la sociedad occidental, ya que los mismos celtas antiguos no creían (o no formó parte de su tradición) en los documentos escritos.

La lengua celta es una lengua indogermánica. Por tanto, todas las lenguas indogermánicas, como el alemán o también el español, son parientes de la lengua celta.
La palabra celta significa, originalmente, "héroe".

Hoy todavía encontramos a los celtas en los nombres de lugares en toda Europa, los restos de la lengua y cultura céltica siguen viviendo en Escocia, Irlanda, el País de Gales, Bretaña (Francia) y en Galicia (España).

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